Donación Raquel M. Cáceres.
La gracia libertadora puede compararse a un tren. Dios es el destino del viaje, al mismo tiempo que el propio camino. Porque el camino no es más que el destino revelándose anticipadamente, realizándose progresivamente, haciendo caminar a los hombres. La gracia transporta a todos. Se da a todos como posibilidad de un viaje feliz. También a los rebeldes, intrigantes e indolentes. El tren no cambia por el hecho de que haya quienes lo nieguen. Tampoco la gracia. Solo cambia el hombre, malogrando su viaje. Pero no por eso deja de ser conducido hacia su destino con toda gentileza. Porque Dios -que es gracia- es también y siempre "bondadoso con los malos y desgraciados" (Lc 6,35). Aceptar el tren, disfrutar con su recorrido, correr con él, querer y amar a los compañeros de destino es anticipar la fiesta de llegada. Viajar es ya estar llegando a casa. Eso es la gracia. Gracia que es "la gloria en el exilio y gloria que es la gracia en la patria". Es el cielo. Cómo plantear hoy el tema de la gracia. Misión de la teología: hablar sobre la gracia y dejar que la gracia hable. Doctrina sobre la gracia en el pasado y en la actualidad. Crítica de las estructuras tradicionales de la doctrina sobre la gracia. Mundo actual y gracia. Experiencia de la gracia. ¿Es posible una experiencia de la gracia? Gracia en la experiencia de nuestro mundo científico-técnico. Experiencia de la gracia en la realidad latinoamericana: desafíos. Experiencia de la gracia en la realidad latinoamericana: respuestas. Experiencia de la gracia en la vida individual. Elaboración teológica de la experiencia de la gracia. Universalidad de la gracia liberadora y sus manifestaciones históricas. Gracia habitual: la gracia de Dios en el proyecto fundamental del hombre. Gracia actual: realización del proyecto fundamental. Estructura social de la gracia habitual y actual. Gracia como crisis, proceso de liberación y libertad de los hijos de Dios. Dios y el hombre en la experiencia de la gracia. Multiformes manifestaciones de la gracia de Dios en el hombre. Partícipes de la naturaleza divina: la plenitud de la personalización. Hijos en el Hijo: el hombre, familiar de Dios. El Espíritu Santo mora en nosotros: una persona en muchas personas. Inhabitación de la Santísima Trinidad en la vida de los justos.