Donación Raquel M. Cáceres.
Desde mi infancia, siempre me ha extrañado ser cristiano. ¿Ser cristiano? Afirmación comprometida. Sería más exacto decir que quiero buscar a Dios en el espíritu de Jesús, en compañía de tantos... En resumen, soy un "no creyente", que camina siempre de la incredulidad hacia la fe. Sé que este paso es el camino, y busco siempre respirar la atmósfera de Dios. La amistad, el compartir las mismas preocupaciones humanas, el intercambio cada vez más elemental sobre cuestiones religiosas con esos hombres y esas mujeres, no ha cesado. Sus rostros son cada vez más numerosos en mi vida. Muchos asistieron a mi "primera misa" y al hablar después del evangelio estaba pensando en ellos principalmente. Pero no he "convertido" a nadie. Antes bien tengo la impresión de que son ellos los que me han convertido. Han sido para mí los compañeros de una peregrinación en la que "el sacerdote se hace bautizar hombre". Me han convertido a la humanidad, a la ilusión de vivir, a la pasión del hombre y, en este camino, siempre recibo de ellos luz y fuerza. Pero, en todo esto, paradójicamente me convierten también a Dios.