Donación Raquel M. Cáceres.
Extrañará al lector que en nuestro ambiente evangélico alguien escriba un libro sobre las buenas obras. Tal vez hasta llegue a pensar que publicar un libro sobre este tema sea consumar una traición a la enseñanza protestante acerca de la "justificación por fe". Pero no es así. Porque al ocuparnos de las buenas obras nos enrolamos en la poderosa corriente profética de la Biblia, nos entroncamos en la teología profundamente evangélica de la Reforma y, como si lo anterior no bastara, penetramos en una parte esencial de la enseñanza de Jesús. Las buenas obras son "el imperativo del evangelio". Por eso, amable lector, no existe razón para sorprenderse ante el tema de este libro. Por supuesto, es preciso hacer algunas aclaraciones porque no proclamamos las buenas obras como la solución meramente humanista o filantrópica a los urgentes problemas del hombre. Hacer esto sería caer en la trampa de lo que se agota en "el aquí y ahora". Pero el imperativo de Jesús nos libra de esta emboscada. Porque las buenas obras forman parte de la esencia misma del evangelio que promete salvación eterna a todos los que creen. Ellas son la demostración dinámica y objetiva de su poder transformador. Al hacerlas cumplimos la voluntad de Dios para nuestras vidas. Estamos "caminando con Dios", quien las ha preparado para que nosotros andemos en ellas.