Donación Raquel M. Cáceres.
Un riesgo llamado oración... El título no pretende ser una provocación gratuita ni una afirmación decisiva, sino un punto de partida para enmarcar dentro de la vida de hoy una actitud religiosa fundamental y descubrir su contenido, su valor y su sentido. Existe, ciertamente, un riesgo inicial. El riesgo de reducir a Dios a una máquina expendedora de felicidad. El riesgo de consagrar la debilidad crónica del hombre que se aferra a la esperanza fugitiva de una solución gratuita. El riesgo de consagrar la debilidad crónica del hombre que se aferra a la esperanza fugitiva de una solución gratuita. El riesgo de evadirse de los problemas verdaderos y concretos refugiándose en un más allá ideal y ficticio. Pero, al mismo tiempo, el riesgo positivo de establecer un diálogo con las realidades trascendentes y un diálogo consigo mismo en el que adquieran consistencias las dependencias válidas sin eludir las responsabilidades necesarias. Un riesgo de desviación, si nos refugiamos en la oración como en un proceso mágico de encantamiento en el que las palabras empleadas y las costumbres verbales sólo existen fuera de nosotros, a un nivel exclusivamente ritual. El riesgo, por último, de crearse un mundo abstracto, poblado de fantasmas, nacido de los propios sueños, en el que se camina indefinidamente como sonámbulos... Pero la oración es al mismo tiempo riesgo deliberadamente aceptado, grito libertador, el impulso más auténtico de la vida del hombre. La oración, eminentemente, es el arma de los pacíficos, el secreto de los no-violentos, de cuantos, como Juan XXIII, trazan un nuevo rumbo a la historia.