MENSAJE DE LA CAPELLANÍA DE UCEL CON MOTIVO DE LA SEMANA SANTA

Laurent de La Hyre: Noli Me Tangere (1656)

¡Cristo ha resucitado!… ¡Verdaderamente ha resucitado!

El pasado domingo de este mes dio comienzo la Semana Santa entre las iglesias cristianas de Occidente, mientras que en las iglesias de Oriente dicha fecha tendrá lugar a partir del 16 de abril. Y aquí es importante recordar que durante esta Semana según cada calendario litúrgico, la cristiandad contemporánea conmemorará la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret, comenzando con el así llamado Domingo de Ramos y finalizando con el ya conocido Domingo de Resurrección.

Y ciertamente, en este rememorar el pasado durante tal festividad cristiana, es fundamental tomar consciencia de que la Pascua Cristiana remite en su propia matriz e identidad, a la Pascua Judía y a la liberación de los hapiru o hebreos explotados por el Imperio Egipcio hace aproximadamente 3500 años atrás: la muerte y resurrección de Jesucristo se empobrece en su sentido más profundo si ésta no remite claramente al Pésaj y a la liberación del Pueblo de Israel por parte de Yavé, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob revelado a Moisés, su líder y libertador.

Y es que en Semana Santa, hacemos memoria y confesamos en el marco de la historia salutis (historia de la salvación), cómo Dios descendió una vez más para liberar a los oprimidos de su tiempo en la persona de Jesús, a quien nosotros hoy reconocemos como el Mesías, ese Rey descendiente de David destinado a terminar con el sufrimiento humano, la guerra y la injusticia en todos los órdenes, mediante el Tikkun Olam (reparación del mundo) y la resurrección de entre los muertos propia del Olam haBa (Mundo Venidero).

Por ello, las ya nombradas Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, el Cristo, constituyen escenas de un proceso donde Jesús de Nazaret es confesado como el Mesías esperado por el Pueblo Judío y donde tanto la figura del Mesías sufriente (el Mesías hijo de José) como la del Mesías triunfal (el Mesías hijo de David) propias de la tradición judía de la época, se conjugan en una sola y apuntan a la crucifixión como el asesinato político por excelencia del Imperio Romano, en el cual Dios mismo posibilita su redención definitiva para la humanidad: el Mesías asesinado y resucitado de entre los muertos, es el agente divino-humano que hace posible el reino/reinado de Dios aquí y ahora entre nosotros, hasta que en su Parusía (Segunda Venida) restaure todas las cosas a su sentido original de justicia y paz.

Es así que en estas Pascuas, se hace nodal recordar los actos liberadores de Dios en la historia y al mismo tiempo, asumir que los seres humanos estamos sujetos a la realidad de lo que la tradición bíblica llama hamartías (pecado), basado en la injusticia y la violencia cometida contra nuestro prójimo, la creación y por ende, contra Dios mismo, lo cual constituye un dato crudo de nuestro ser en el mundo: el pecado tanto personal como social/estructural nos atraviesa y de ninguna manera podemos escapar de él, salvo en el perdón de Dios que es posible por la entrega de Cristo en la cruz y por el poder de su Espíritu para transformar el mundo, que nos es dado mediante su resurrección.

Oración: Dios de la vida, de la justicia y de la gracia, que nos convocas en Jesús el Cristo a vivir una vida nueva y buena, danos la fuerza de tu Espíritu para construir un mundo más justo a la luz de tu Palabra y ser así embajadores de tu reino, que solo puede emerger de la paz y no la guerra. Danos sabiduría para hacer memoria de nuestro pasado, pero danos sobre todo el poder para luchar por esas causas justas donde el recuerdo de los que nos precedieron nos conmina a seguir trabajando por todo aquello en lo que creyeron. Y por último, danos de tu vida plena, para acompañar a tus hijos e hijas, para servir a nuestro prójimo con quien vos te has identificado en tu entrega. En el nombre de Jesucristo, el Príncipe de Paz. Amén.

 

Luis G. Vásquez

Capellán – Pastoral Universitaria

UCEL

capellan@ucel.edu.ar

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