“Así, pues, justificados por la fe tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.” (Romanos 5.1)
Hoy 31 de octubre, se celebran los 507 años del inicio de la Reforma Protestante, con la relevancia que ello implica a nivel global, ya que dicha Reforma no sólo significó para su propio momento histórico una profunda renovación religiosa en Europa, sino una evidente transformación social, política y cultural que reconfiguraría en primera instancia la historia de Occidente y con posterioridad, la historia mundial, debido a su presencia casi universal gracias a las iglesias de misión y de inmigración que llevaron su forma de entender el Evangelio por todo el orbe.
Comúnmente se comprende que la Reforma Protestante tiene su origen en las “95 tesis” de Martín Lutero (tesis que en los folletos impresos de Basilea de 1517 tenían por nombre Disputatio pro declaratione virtutis indulgentiarum o Cuestionamiento al poder y eficacia de las indulgencias). Es aquí donde Lutero mediante un conjunto de proposiciones teológicas lógicamente articuladas, denunciaba la gravedad de las ventas de indulgencias plenarias por parte del Papa, las cuales eran nada más y nada menos, que certificados dónde se reducía el castigo temporal del purgatorio según las creencias católicas medievales de la época.
Sin embargo, el fenómeno de las 95 Tesis y el inicio de la Reforma luterana no pueden sino considerarse el punto culmine de procesos socio-religiosos más complejos y previos, donde las protestas dirigidas al catolicismo medieval con centro en Roma, se hacían sentir por toda Europa siglos antes. Lo cierto es que existieron muchísimos movimientos pre-reformistas en Europa tanto continental como insular (Islas de Gran Bretaña e Irlanda), que sentaron importantes precedentes para el posterior movimiento protestante: estos fueron precisamente los valdenses presentes en los valles alpinos de Francia e Italia (siglo XII), los lolardos o wyclifistas en Inglaterra (finales del siglo XIV y principios del XVI) y los husitas en lo que hoy es República Checa (siglo XV). Cada uno de estos movimientos realizó múltiples críticas al catolicismo medieval de ese tiempo axial que fuera el feudalismo tardío, sobre todo ante la necesidad de volver a la Biblia para reformar la religión institucionalizada y permitir que la misma en calidad revelación divina, fuera traducida a la lengua del bajo pueblo, con el objetivo de que todos/as tuvieran acceso a la así llamada Palabra de Dios.
Pero lo cierto es que durante los siglos XIV y XV no estuvieron dadas las condiciones para una profunda reforma religiosa en Europa, de manera que en los albores del siglo XVI las 95 Tesis del profesor de Wittenberg se convirtieron en la llama que encendió la mecha, no solo de la Reforma Protestante luterana, sino también de todas aquellas múltiples Reformas Protestantes paralelas que abrevarían del gran descubrimiento de Lutero dado en su estudio de la carta del apóstol Pablo a los Romanos y que fuera publicado con posterioridad como Lecciones sobre la Carta a los Romanos (1522): la justificación de los/as pecadores/as solo es posible por la entera gracia de Dios, la cual es únicamente apropiada mediante la fe, sin el recurso a las obras de la ley.
De esta manera Zúrich con Ulrico Zwinglio, Inglaterra con Thomas Cranmer y los reformadores anglicanos de Cambridge, Juan Calvino y la Reforma en la ciudad-estado de Ginebra (hoy Suiza), el vigoroso movimiento anabaptista (encuadrado en la famosa Reforma Radical), constituyen expresiones y rostros de las múltiples corrientes reformadoras que cuestionaron no sólo la teología, la ética y la pastoral de la época, sino también, cuestionaron la manera entera en que el mundo de la vida era comprendido por los europeos, que comenzaban a sumergirse progresivamente en la naciente modernidad.
Por ello, ante la catena aurea (cadena de oro) medieval que concatenaba la creación entera y la vida humana en una totalidad integrada -donde las jerarquías metafísicas otorgaban seguridad personal y social dentro de un orden lógico-teológico que tenía su epítome en Dios- la Reforma Protestante se erigió precisamente como una de las formas en que la rebelión contra ese orden feudal se manifestaba. Y esto se debió a que la Reforma Protestante fue una de las primeras expresiones fuertes de la naciente secularización de la sociedad, sin dejar de centrar el cosmos entero en Dios, pero ya con un una concepción del ser humano donde éste era entendido como un agente libre que se encontraba en el centro de la creación, sobre la cual él debía actuar para transformarla con el ejercicio de su trabajo.
Es así que la llegada del protestantismo a la historia, significó a través de sus cuatro Solas (que a partir de la segunda línea de reformadores, se transformarían en cinco), la expresión de las múltiples protestas en contra de un sistema religioso que se había transformado para esos años, en uno de los núcleos centrales de opresión económica, política, social y cultural sobre la vida de los/as más débiles de la sociedad. De esta manera, la Sola gratia que enfatizaba el perdón de los pecados únicamente por la gracia o favor de Dios, se convertiría así en un grito de protesta contra el intercambio comercial de algo que sólo podía ser dado gratuitamente por Dios: la famosa justificación por gracia mediante la fe, donde Cristo al dar su vida por nosotros/as en la cruz, se constituía en nuestro sustituto y representante, de manera que mediante su muerte nuestros pecados fueran perdonados.
Eso llevaba inmediatamente al Solo Christo, ya que en el protestantismo no existe sino un único y absoluto mediador entre Dios y la humanidad, sin vicarios ni pontífices: ese mediador es Cristo y su muerte en la cruz se reconoce como suficiente para la salvación de la humanidad, de manera que los pecados sean perdonados en base a su único e irrepetible sacrificio. La Sola gratia nos hace justos/as y nos permite entrar en comunión con Dios en base a un Solo Christo que se dio por nosotros/as en la cruz para que fuéramos salvos/as: Cristo es único y él comparte su vida con la humanidad toda a través de la acción del Espíritu Santo, por lo cual no hay co-redentores/as ni otros/as mediadores/as que nos permitan entrar en dicha comunión con Dios.
Y esto nos lleva a la penúltima Sola que es la Sola fide, donde la Reforma Protestante enfatizó que la única forma en cómo la gracia de Dios podía ser aceptada, era mediante la fe en Cristo y su obra, sin ninguna acción humana que tuviera carácter salvífico: solo Dios salva en Cristo y no por mérito alguno, sino por la fe en el Hijo de Dios que acoge esa gracia y la manifiesta en buenas obras, o en términos contemporáneos, la evidencia en un buen vivir centrado en el amor al prójimo.
Por ello y después de realizar este somero recorrido, todo el pequeño edificio de las cuatro Solas, tiene su último eslabón en la Sola scriptura. Para muestra de botón, veamos que decía Lutero en la Dieta de Worms sobre la Biblia: “Mi conciencia es cautiva de la Palabra de Dios. Si no se me demuestra por las Escrituras y por razones claras (no acepto la autoridad de papas y concilios, pues se contradicen), no puedo ni quiero retractar nada, porque ir contra la conciencia es tan peligroso como errado.” La Biblia se erigía así en la absoluta regula fidei, en la última regla de fe y conducta para la vida cristiana: son las Escrituras entendidas como Palabra de Dios, donde la autoridad religiosa final no se encuentra en ningún ser humano ni en la tradición eclesial, sino en la revelación misma de Dios. El teólogo e historiador metodista Justo L. González en su obra Historia del pensamiento cristiano III (1992:45) nos dice al respecto:
“[La] razón por la que Lutero insistía en la autoridad de las Escrituras era su convicción de que la tradición había caído en el error, y que debía ser llamada de nuevo al verdadero sentido del evangelio por la autoridad de las Escrituras, que se encuentra por encima de la tradición, de la iglesia, de los teólogos, y del propio Lutero.”
¿Cuál es el legado de la Reforma entonces, para nuestro convulsionado mundo contemporáneo? En el Día de la Reforma Protestante, no sólo es necesario recordar la historia de una lucha socio-religiosa lejana en el tiempo (que ciertamente nos marca hasta el presente), así como el carácter de hito en la historia universal que tuvieran las 95 Tesis de Lutero, sino también reconocer el sentido integral de una fe que hasta el día de hoy entiende la voluntad de Dios como un llamado a transformar el mundo, no para la gloria del hombre y su pecado cual posición de estar “encorvado en sí mismo” (incurvatus in se ipsum), sino para la sola gloria de Dios (Soli Deo gloria) manifestada en la vida plena de todos/as… No una gloria solipsista y centrada en Dios mismo, sino una gloria a ser comunicada para que la humanidad toda desarrolle la vida misma en sus múltiples dimensiones, tal como dijera el Padre de la Iglesia Ireneo de Lyon en el siglo II: “la gloria de Dios consiste en que el hombre viva y la vida del hombre consiste en la visión de Dios”.
Oración: Dios de la vida y de la gracia, en quien mediante tu Hijo Jesús encontramos la salvación del pecado y de la muerte, en este día te rogamos por tu perdón y por esa justicia que no proviene de nuestro hacer, sino de la cruz vacía que nos dejó la resurrección de Cristo, para que a través de la fe podamos ser libres con el fin de amarte en el rostro de todos/as aquellos/as hermanos/as que padecen dolor, injusticias y opresión en el mundo que nos has dado. Y teniendo una nube tan grande de testigos que nos preceden, rogamos por el auxilio y el poder del Espíritu Santo para seguir el ejemplo de los Reformadores, en la seguridad de que nuestro Dios y Padre, es un Dios de gracia que se nos ha revelado en la persona de Jesucristo. Amén.